No más noches solitarias,
imaginando que regresas.
Trayéndome alma estrellada,
a pupilas que se cierran.
¡Qué duro es ver, hermoso alba!
sin tenerte en carne y hoguera.
Sufriendo en soledad de alma,
desiertos que se piensan.
No más noches solitarias,
viendo que latir desvela.
Cada vez que húmeda sabana,
a tus lágrimas recuerdan.
Me levanto sin ya pijama,
todo de ti, en mí se me adentra.
En la oscuridad de una nada,
que desangra con tanta ausencia.
No más noches solitarias,
ven a mí, entre tristes tientas.
Desvaneciendo bisagras,
colándote sin ver puertas.
No más noches solitarias,
no más lagunas de tus penas.
Pues ambos somos la casa,
la casa, que se renueva.
Ricardo Campos Urbaneja.
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