El placer de despertar fantasmas moribundos, disfrutar acariciar las lágrimas que sufrieron dolor, ver con ternura las heridas escondidas respirando su tristeza, celebrando llorando lo que fue, llorando riendo lo que no se pudo, el castigo placentero de quién no quiere olvidar.
Atado por su propia necedad, aferrado al dolor como único testigo, el orgullo de perder disfrazado de herido, desgarrando la llaga con recuerdos intentando mantenerla sangrante con tal de sentirse vivo.
El tiempo solo va dejando su implacable veredicto, ayer se fue, hoy está y el mañana espera, abrigando las heridas se aprende amar sufrir deseando que el puñal sea el antídoto curativo, y solo se va enterrando en el olvido a quien aún vive recordando a quien amó, olvidándose de amarse, ¿ingratitud o estupidez? ¿Inocencia o rebeldía? Razones miles, misma respuesta, el amor no daña, dañan los que no saben amar, y sufren de más quienes se olvidan de su verdad y dignidad.
Luis Emilio Tigüilá Robles -Guatemala-
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