Cuando cerré los ojos me dije: ¿a quién pertenece ese rostro en primer plano y esos ojos que atraviesan la pantalla? Esta se funde en negro y, al instante, un desconocido la ocupa sentado en un sillón orejudo de cuero. Se oye el sonido del agua de la ducha sobre un cuerpo. Frente al espejo la imagen del desconocido con un cigarrillo en la mano. La voz en off dice que la acompañará al tren. Ahora llena la pantalla el autor escribiendo en un cuarto en penumbra. Luego, casi sin transición, me veo deslizándome por la avenida de los cines. Después me dormí del todo.
Atilano Sevillano Bermúdez -Zamora-
Publicado en suplemento de Realidades y ficciones 71
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