Lo sabía desde que comenzó a mirarme
sus ojos me atrapaban cada vez más,
ella me buscaba con cada gesto y con
cada palabra que salía de sus labios.
Ella no se animó a decirme que me amaba
se quedó tímida, ya presa de un silencio de amor, quizás con la esperanza de que
yo diera ese impulso que notaba en mis ojos.
Ella era joven, radiante y en plena libertad
pero no me animé a cruzar las barreras,
aunque hipnotizado por su belleza.
Entonces, ella se cansó de esperar los vuelos
de mis besos hasta su corazón y se perdió
lejos del horizonte de mis suspiros.
Miguel D. Gómez
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