Muevo la mano derecha,
la izquierda se queja;
mis piernas se detienen:
hay una cáscara en la acera.
Miro a la mujer
que sonríe a alguien;
más allá, un mendigo clama.
Pasa un gran autobús
y un taxi recoge a un hombre calvo.
Muevo la mano izquierda,
la llevo hasta la derecha
y silenciosamente
comienzan a hablar,
yo no las entiendo mucho.
Las luces, como ojos,
empiezan a ser encendidas.
Con paso quedo, como si temiera
romper el cascarón de mi mundo,
asciendo por una calle solitaria.
Enrique Osorio Beltrán -Colombia-
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