jueves, 2 de marzo de 2017

BORROSO


Casi no veía ya, la vista se le había ido empañando desde hacía como una hora hasta llegar a este punto sin retorno. Ignoraba la causa, y estaba asustado. Muy asustado. Todo se veía borroso, movido pero fijo, terriblemente fijo como en una película muy vieja, o defectuosa. Aunque no tenía precisamente una visión 20-20, toda la vida había visto bien, bastante bien, sin necesidad de usar lentes. Y ahora, de repente, esto. ¿Y si avanza y ya no veo más? Homero y Borges supieron convivir genialmente con su ceguera pero yo no podría. Leo y escribo con mis ojos, gracias a ellos, no sabría trabajar de otra forma, no quisiera verme obligado a aprender. Entonces, tratando de zafarse del absurdo, parpadeó dos, tres veces, y volvió a ver bien. Pero ahora todo era visión externa, la forma clarísima de las cosas. Sus perfectos detalles. Solo él —su cuerpo, su mente misma— no existía ya.

Enrique Jaramillo Levi -Panamá-
Publicado en suplemento de Realidades y ficciones 71

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