jueves, 2 de enero de 2014

VIEJA ABADÍA


Aquella vieja abadía
que hoy derruida está
sería en sus años de esplendor
nuestro templo adornado de flores
donde nos casaríamos los dos.

Ahora sus grises ladrillos
con hiedras trepándose
sobre sus desoladas paredes
subiendo hasta el campanario
que solo sirve de nido
a algunas palomas pasajeras.

Sus torres han quedado solitarias
ya no se escucha el tañer
de las campanas
cuando el cura pueblerino
llamaba en sus domingos
cuando oficiaba la misa.

Ya no suenan sus campanadas
ni del órgano se desprenden
aquellas notas hermosas
que se desprendían
de sus teclas
cuando aquella robusta soprano
cantaba el Ave María.

Y sobre el cielo plomizo
se levanta aún enhiesta
esperando en silencio
que sus rejas herrumbradas
se abran de par en par
para que nuestras almas
que allí descansan

caminen hasta su altar
yo vestida de blanco y
tú de negro de gala
cuando aquel día siniestro
nuestras nupcias
no se pudieron realizar.

Diana Chedel -Argentina-

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