Sigo el sendero, pero no me obstino
en llegar, sea a Roma o a Santiago;
contemplo, admiro, y sobre todo indago
cuanto va descubriéndome el camino.
¿Hay una flor en el arcén? Me inclino,
la acaricio, y extático me embriago
de su aroma y primor, sin el estrago
de interrumpir su vida o su destino.
¿Una piedra tallada en la campiña?
Dialogo con su historia. Si una niña,
le ofrezco mi sonrisa y continúo.
La meta sabe a fin; yo me recreo
en el paso que doy, sin titubeo,
y en el impromptu del momento actúo.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
No hay comentarios:
Publicar un comentario