¡Qué grácil se despierta tu volátil donosura!
Ondula al viento el ligero atuendo
que contigo descansaba y con tus sueños.
¡Qué suave la mañana en su fiel cabalgadura!
¡Qué belleza cegadora ya reposa en tu figura!
Reflejo cierto de tu pecho abierto
que ilumina el mundo y es su centro.
¡Qué afortunado espejo al gozar de tal ventura!
¡Qué frescor a nuevo edén cuando suspiras!
¡Qué melosa voz entonan ríos y arroyuelos
por ser coro de tu dulce melodía!
¡Qué fortuna la del alma que cautivas!
¡Qué locura ver tan cerca el cielo!
¡Qué dolor merezco al disfrutar de tanta dicha!
Gustavo González -Valladolid-
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