Enciendo la televisión y encuentro reinas, busco en internet los nombres de mujeres destacadas y hallo una lista que incluye a la Princesa Diana, Marilyn Monroe, Sor Teresa de Calcuta y Marie Curie, esta última es la única a la que verdaderamente admiro, a las otras las asocio con la fama, la desesperación e incluso con la falsa caridad.
Y es que todavía a estas alturas cuando se busca exaltar lo femenino, se recurre al modelo de aquellas mujeres abnegadas que vinieron al mundo a ser madres y mártires, a lo sumo se incluye el nombre de algunas adelantadas que se esforzaron por convertirse en maestras o enfermeras. No las demerito, pero que sus nombres hayan trascendido y los de las otras, las que se atrevieron a desafiar los convencionalismos de sus respectivas épocas, sean prácticamente desconocidos, me resulta por lo menos sospechoso.
Si yo tuviera una hija me preocuparía porque ella supiera de Hipatia, Cristina de Suecia, Sor Juana Inés de la Cruz, Marie-Sophie Germain, Flora Tristán, Concepción Arenal, Anne Bonny; que conociera sus vidas para que se sintiera respaldada por una tradición de mujeres brillantes y valientes que amaron el conocimiento, el arte, la justicia y la aventura, aunque para tener acceso a esos territorios algunas tuvieran en ocasiones que disfrazarse de hombres. Y no es que yo pretenda convertir a mi hipotética hija en una pequeña científica o en un prodigio matemático, cuando a lo mejor ella a duras penas sobreviva al álgebra de Baldor. No se trata de eso. Lo que pasa es que estoy convencida de que las niñas deben escuchar mensajes distintos, saber que no están obligadas a seguir el libreto. Que ellas pueden escribir su propia historia, porque hay más opciones que las de ser, por un lado, la mujer resignada y devota, o por el otro, la fashionista que se pierde a sí misma en el reino de la banalidad.
Lo ideal sería equilibrar los mensajes con los que somos bombardeadas por los medios: lindas presentadoras dedicadas a comentar los chismes de farándula, señoras que parecen dedicar su vida entera a hacer manualidades, o hasta otra muy maquillada que sale en un canal femenino intentando convencernos a todas las demás de que uno de los mayores errores que cometemos las mujeres a diario, es el de salir a la calle sin pestañina.
Publicado en el periódico La Urraka Cartagena
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