domingo, 4 de noviembre de 2012

HUMANOIDE


Estaba preocupada, ahora sí que lo estaba…
De niña le había restado importancia al asunto, por vivirlo como algo natural.
Creía  que le pasaba a todos.
Los brillos de los rocíos eran más brillantes, los amaneceres la conmovían hasta las lágrimas, veía reverdecer las ramas otoñales con extrema rapidez,  las casas entreabrían las puertas a su paso, dejando entrever todos los tiempos futuros, y cómo la transfiguración de los colores con delirante estruendo refulgían y armaban constelaciones inéditas formando cuerpos.
Cataratas de recuerdos, a modo de detectores de que algo andaba mal, la invadían.
Al leer cuentos… los personajes cobraban vida. Había elegido a un príncipe de tantos… que la visitaba en sueños, hasta que un buen día encaramado en la copa de un árbol, se le corporizó y vio cómo le sostenía la mirada. Entre el viento y la curiosidad se arrojó a sus brazos con impulso. Cuando se dio cuenta estaba plantada en tierra con una caricia de polvo en las narices.
De esa forma descubrió que era algo peligroso.
Éste había sido el comienzo de una búsqueda insaciable de ideas que cobraban volumen, airosas y dominantes.
Hacía muy poco había visto una película sobre viajes espaciales y quedó prendada de una especie de humanoide, que ni siquiera protagonizaba el film. Se habían visto mil veces pero se observaban en una especie de silencio enemigo y un parpadeo incómodo.
Por otra parte, la aceleración del movimiento estaba contenida, pero se notaba que en cualquier momento se saldría de los límites.
Decidió dirigirse a su novio: –Tendré que hablar con Igor, no queda otra alternativa, lo haré sentar y le expondré absolutamente todo. Ruego que pueda comprender y sobre todo ayudar…
Sus ojos azulados resplandecían impactados contra los de su pareja.
Había llegado el momento de aclarar la trama que provocaba su desvelo.
–Igor: yo corporizo objetos invisibles y también seres.
–¿Cómo que corporizas?
–Sí, desde un pensamiento o de la visión de una imagen desato una fuerza incontrolable que da por resultado…
–¿Qué da por resultado?, dijo Igor muy inquieto.
–Qué ese ser… empiece a existir entre nosotros.
El asombro se sembró en el aire y la incredulidad le siguió.
–Quiere decir que si deseas crear a Caperucita…
Iris no le respondió y agachó la cabeza.
–Bueno está bien, supongamos que es cierto, ¿cuál es el problema?
–¿No te das cuenta amor?, si mi mente crea algo peligroso estará cerca nuestro.
–¿Y desde cuándo te pasa esto?
–Desde pequeña.
–Estás exagerando…
–No Igor… –dijo con extrema seriedad–, puedo pasar de lo agradable a lo desagradable con mucha facilidad. Por ejemplo ahora tengo un recuerdo a diario de la imagen de un humanoide que vi en una película.
–¿Un humanoide?, ¿qué es eso?
–Un hombre espacial, que usa una especie de casco, con mangueras adosadas a un tanque de oxígeno y un arma.
–¡Ah bueno! ¿un arma?, sólo eso nos faltaba.
–Es un secreto que va contra las leyes del mismo Universo, compréndeme.
–¿Podemos hablar de realidades, Iris? Ya deja la fantasía por favor…
Dichas estas  palabras sintieron  un sacudón y se oyó el silbido de un proyectil  como una fuerza de choque.
La pareja perdió la compostura y se juntaron en un abrazo ante la presencia tácita de un espíritu sólido.
–¡Esto está en la escala de lo cósmico! –exclamó Igor encandilado– Demuestra que existen mundos paralelos o sea que estamos coexistiendo con otros universos, por supuesto… hay más realidades de las que perciben nuestros limitados sentidos.
Luego de expresar esto último, cayó un tiro muy cercano a su pierna, por lo cual comenzó a gritar: –¡BASTA YA IRIS, DEJA DE HACER ESO! con alusión clara  al “pensamiento mágico“ de la joven.
Y en ese mismo momento de pánico, comenzó a recortarse en la pared una sombra gris gigantesca que los hacía sentir inclinados hacia un abismo.
Palpitantes por ese efecto sorprendente y antes que los envolviera, ya que cada vez se hacía más enorme, huyeron de la casa a velocidad, con tremenda agitación.
De común acuerdo decidieron refugiarse en una iglesia, para poder pensar mejor sobre la causa que lo había producido, y la causa… estaba en Iris
–No estamos en el espacio… no hay invasión extraterrestre, tu mente no lo genera… Es tu espíritu que aloja algo no deseado, supongo que desde muy niña.
Pasaron cinco meses de esa fatídica noche, y en los rostros de los jóvenes por fin se veía la felicidad y la paz.
Ya estaba todo sepultado desde el momento en que resolvieron consultar en ese mismo templo por el caso puntual, y el tratamiento… fue  muy liberador.

Susana Rodrigues Tuegols -Argentina-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 54

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