Aquel hombre de enfrente,
simple de corazón,
agonizó sus años
corriendo a tres empleos.
Un día, simplemente,
su simple corazón
le estalló en una esquina
y despertó en el cielo.
Dios, bonachón y antiguo,
le dio la bienvenida, palmeándole y diciendo:
qué cuenta de la vida?
Y aquel hombre de enfrente,
simple de corazón,
se quedó boquiabierto
y preguntó: qué vida?
ARMANDO TEJADA GÓMEZ
Publicado en la revista Isla Negra 331
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