sábado, 20 de octubre de 2012

NO AL SILENCIO


El día en el que uno se calle, o deje que lo silencien, ese día habrá muerto. Será un cadáver que ande, coma, duerma y respire, pero sin alma, o sin espíritu. Una sombra de un viajero a ninguna parte. Hay que gritar con toda la fuerza cada vez que haga falta, criticar cuando se necesite, poner el dedo en la llaga... y clamar una y otra vez contra las injusticias. El silencio nunca, a no ser que no haya algo mejor que decir.

El día en el que yo me calle, o deje que me silencien, habré muerto, y ya no seré yo, el que quise, o el que pretendí ser, sino lo que los demás, o el Sistema, hayan querido que sea. Entonces, seguramente, balearé como las ovejas, o seguiré el sendero ya trazado y, cuando llegue mi óbito, mi conciencia me martirizará y repetirá hasta el silencio definitivo: “dejaste que te dijeran”.

El día en que me callen, os callen, nos callen, estaremos muertos, enterrados en vida, vacíos de esperanzas, contenidos, futuros e ideales. No hay que dejar que ese día acontezca; ni por abandono, ni por la derrota continua, ni por los fraudes ajenos, ni por los fracasos propios... nunca. Sólo cuando la dama de la última cita venga a recogernos en su regazo podremos decir, sólo entonces, sólo así, que ya debemos callarnos, pero nuestra conciencia nos dirá, con susurros benevolentes: “hiciste lo que pensaste”.

Francisco J. Segovia -Granada-

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