El día llegó…
¡Cuánto he ansiado este momento!
Abrazarte, sentirte cerca
y que mi mente sea como la aurora
que estalla en un abrazo de luz.
Allí quedé sola,
con mi mente y mi yo.
También se pasó la tarde,
lentamente fue cayendo
como cayeron los pétalos de una flor
que para ti guardaba…
En mis manos se marchitó.
Fue cuando comprendí
que eras un espejismo
al que no llegaba mi amor.
Entonces mis versos
quedaron rotos de celos
y sin alas…
No preguntes cómo pasó,
porque ya no importa
el cómo, ni el dónde…
Ya sólo quedan lágrimas
que mi alma derramó.
María Sánchez -San Fernando-
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