ESPACIO PRIVADO

“Señor juez, dicen que me rescataron de una nave estrellada y que al instante liquidé a uno de ellos, a uno de ustedes, si se me permite. Yo no sé, estaría inconsciente. Para peor, aseguran que durante el chequeo me descubrieron rastros de SIDA y de tuberculosis. Le juro, señor juez, que son productos de
consumo exclusivamente personal, que heredé de mis padres. Quiero que usted se interiorice de que lo primero que me gritaron al entrar en esta sala totalmente despejada fue ’Negro’. Me dije: pucha, aquí también, y ahora se lo declaro a usted sin avergonzarme. ”Soy negro, azabache y africano, por más señas. La cosa es que nos alzamos furtivamente con una nave especial y emprendimos viaje, yo con otros pobrecitos que se fueron desinflando a medida que el oxígeno se les gastaba. Nos volamos, porque en el Viejo Mundo ya no nos quieren. Antes nos recibían con los brazos abiertos, pero después los fueron cerrando hasta el ahogo. Por eso elegimos las alturas y nos aventuramos a atravesar galaxias, bebiendo nuestra orina y chupándonos los dedos, durante un tiempo interminable. Y mire usted, resulta que me vengo a caer aquí solito y me entero de que no hay ni comida ni agua y de que el aire mejor no lo respires. Se me ha acusado de probar comerme a uno de los que me detuvo.
La verdad es que tenía hambre, pero no me acuerdo de haberlo visto siquiera”.
El juez se abotonó dos antenas sueltas a lo que parecía ser su cabeza, espiró hondo para sacarse el dióxido de carbono por un agujero que debía ser su nariz o su boca y sentenció: “en nuestros Anales está escrito que en 1992 los terrestres nos invadieron y se llevaron todo, hasta el color nos quitaron. Llegaste tarde al reparto. Así que para tu bien, pon tus patitas en el espacio y regrésate. Nosotros vivimos del polvo y de los recuerdos y apenas tenemos lugar para guardar las transparencias”. Por un estrecho conducto me largaron al vacío.

Adam Gai (Israel)
Publicado en la revista digital Minatura 121