miércoles, 24 de octubre de 2012

CUESTIONES PRIVADAS


El golpeteo en el dormitorio de arriba es horrendo. Esa gente parece no tener hora. Durante el día se opaca detrás del ruido de las bocinas, las frenadas de los colectivos, los silbidos, los gritos de la gente, el viento y alguna música que viene de otros departamentos. Supongo que al menos aprovecharán los días de playa. Pero a la noche es insufrible. Las tormentas parecen excitarlos más. Me acuesto y cuando apago el televisor, el ritmo anuncia “DE NUEVO INSOMNIO”. Prendo la radio y me pongo los auriculares. Me quedo dormida pero sólo por unos minutos. Los golpes sobre mi cabeza me despiertan asustada y enojada. Me escondo debajo de la almohada y suenan, lejanos pero suenan. Es indecente. Yo nunca fui una pacata, pero esto es demasiado. La intimidad debe ser privada, no pública. Además mis nervios ya son alambres electrificados y las ojeras me llegan hasta los pies. Mañana mismo me voy a quejar al encargado. Ya pasaron dos meses y creo que es suficiente. Se acabó la fiesta, tórtolos.
El encargado toca el timbre en el departamento que queda justo encima de Soledad. Nadie contesta. Usa la llave que los dueños le dejaron al terminar la temporada y entra. La ventana del dormitorio había quedado abierta.
El viento está haciendo el amor con las cortinas.


Lidia Castro Hernando -Argentina-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 54



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