Soy John Wayne en lo alto de la diligencia, y soy un ciudadano del pueblo ascendiendo la escalera de Odesa. Después aparezco a las puertas de Júpiter, con destino a las estrellas. Luego me encuentro en un pequeño apartamento, donde salvo a una chica desesperada a punto de suicidarse. Más adelante –o atrás, da igual- descubro gorilas gigantes que aúllan su soledad a los cielos, y robots anunciando el fin del mundo tal y como lo conocemos. Un hombre con el rostro cubierto por una máscara negra me dice al oído: ven al lado oscuro. Sonrío, y le respondo que soy un hombre de principios, pero que puedo cambiarlos por otros. Escucho un sonido a mi espalda, y sé que ella está allí detrás, girando su cabeza de forma imposible, poseída por el mal en su esencia pura. Pero como viene, se va, y quedo solo en mitad de un planeta habitado por simios, o por dinosaurios. Finalmente, cuando todo acaba y vuelve la luz, mi madre empuja mi silla de ruedas y salimos fuera. Desde que caí enfermo y quedé tetrapléjico, viajo por el mundo a través de la gran pantalla de este cine de barrio.
Francisco J. Segovia
No hay comentarios:
Publicar un comentario