La lluvia colérica embiste con ligereza
el suelo sombrío de la confusa madrugada
y perturba el insomnio en fugaz galopada
con sigiloso canto en medio de la maleza.
La prudencia por el rocío se ve atrapada
con los pesares inciertos de la tristeza
y el gemido del imponente rayo es proeza
en continuo sollozar del agua escarchada.
La pesadumbre con sus virtudes tropieza
sin el coraje imperioso por su culpa devorada
y a poco ya no alcanza la cima señalada
ni el enorme furor más que amor en pureza.
La esencia del ayer aún es recordada
a pesar que el paso de los años aceza
y el rigor petulante del olvido pauta rudeza,
en la modesta travesía de ilusión sombreada.
Edgar Enrique Páramo Blanquicett,
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