Las paredes de la habitación acumulan polvo,
los cuadros cuelgan el gastado día,
nacido cinco minutos después de palpar
la luz a ciegas.
Frente al espejo late la querencia de fuga,
la solapa atiende,
salta el segundo en el pecho,
ajada la conciencia,
de claroscuro se viste.
Ella, vulgar y humilde, calza coraje,
pero sucede lo de ayer, se cierra la puerta.
Consuelo Jiménez
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