Él descubre en la rotonda el agua de la fuente cayendo desde muy alto, constante y fina. Salta el muro, y, vestido, permite que el agua lo empape. Ella a su vez lo descubre: la ropa pegada al cuerpo como para mejor imaginarlo desnudo. Y baja desde el edificio cercano con una toalla de absoluta blancura. Cuando ella se acerca con la toalla, él hace un gesto de que no se ocupe. A veinte metros se quedan, uno frente al otro. Hasta que él sale del agua y se aleja soltando gotas tan transparentes que aluden a una virginidad inmaculada.
Del libro Bla bla bla bla bla sobre el amor de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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