¿Caballos? ¿Caballos desbocados? Ella duda, y se imagina en una pradera rodeada por caballos salvajes. Contempla como nieva afuera mientras anhela desaparezca el estruendo. El silencio no existe: se ha ido convirtiendo en una utopía. Rara vez hay silencio. En medio del ruido ensordecedor de las voces en el café que gritan en vez de conversar, la mujer que adora el silencio, lo inaugura a él a lo lejos, relincha y se une a la manada.
Del libro Bla bla bla bla bla sobre el amor de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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