(Narrativa urbana)
Puedes entrar en el ascensor con tu ángel o tu asesino; con un ladrón, un filósofo o el vecino; con el que va a morir o la mujer a punto de dar a luz a alguien, una criatura, que quizá con el tiempo, sea o no, importante en tu vida.
Toda la fauna humana que imaginas existe en el mundo que conoces, incluyéndote, baja y sube contigo en el ascensor.
Entrar a un ascensor puede significar un ingreso en lo desconocido si se queda atascado y los bomberos demoran en llegar o se cortó la electricidad…o ¿Qué se yo? Un desperfecto mecánico. Cualquier situación puede darse en un ascensor. Generalmente, lo que no conoces, te intriga e inhibe. Es como si estuvieras expectante ante el posible peligro de algo que nunca sabes de qué se trata.
Podrías imaginarte que eres el potencial almuerzo de un depredador o un tigre, lobo o león, acechando su presa ¡lo que sea!, quizá un minuto entre el que asecha y el asechado o nada de eso, porque vas tan abstraído que subes y bajas como un robot y si algo o alguien te sorprende o te agrede o enamora no sabes cómo reaccionar porque jamás te imaginaste que algo insólito, inesperado pudiera ocurrirte.
Ascender o descender en un ascensor, casi siempre es un rápido y largo e intenso momento de tensión, en el que compartes con extraños, desconfiado e inmóvil, un impersonal cubículo.
Oscar Perdomo Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario