Tiemblo y no sé por qué.
No hace frío. Luce el sol.
Pero el calor no penetra
dentro de mi cuerpo
y yo tiemblo de pies a cabeza.
Un virus helado me ha poseído
congelando todos mis huesos
y no habrá ningún sol
que los descongeles.
Siento una pesadez
que me impide el movimiento.
Mover cualquier miembro
me cuesta una eternidad.
Prefiero permanecer quieto
hasta que un jarabe caliente
destruya el virus helado
y mis huesos recobren
su estado natural.
Dame también un caldo
caliente y una taza de leche
hirviendo con un poco de nata.
Así el virus abandonarán
mi cuerpo y el calor volverá
a mis blancas mejillas.
Ya desapareció el temblor.
Ya el sol sí me calienta.
JOSÉ LUIS RUBIO
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