Encontré la puerta abierta
pero en la casa no había nadie.
Miré todo minuciosamente
no noté ninguna ausencia.
Si entró alguien, ya no estaba,
y no se llevó ningún objeto de valor.
¿Qué buscaba? ¿A quién?.
Busqué alguna pista
que me ayudara a conocer
al allanador de mi casa.
Sobre la cama hallé unos papeles.
¿Serían del intruso?
Conocía la letra. Era de ella,
o al menos se parecía a la suya.
¿Era ella el intruso?
En los papeles estaría la solución.
Los cogí. Empecé a leer.
No entendí nada porque desconocía
el idioma del escrito.
Allí estaba la solución
pero no tenía acceso a ella,
al menos de momento,
hasta que consiguiera traducir
aquellos tres enigmáticos papeles.
JOSÉ LUIS RUBIO
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