España ya no es una piel de toro,
que una ardilla pueda cruzar,
nos miramos con la espalda del desprecio,
nos devoramos con la ira de Mammón,
narcotizamos la realidad con la soledad,
de las grandes ciudades que angustian y deprimen,
pero nos juntamos por la sola necesidad,
de sentirnos tan débiles como una lágrima.
Votamos en una democracia corrupta,
de insípidos jardines artificiales de tecnología,
que matan sueños limpios simplíciter.
Ya nadie piensa para amarse y amar,
los domicilios del universo se desquician.
Un niño ya no pide cubo, pala y arena,
ya no juega, teclea la violencia inocente,
pide virtualmente su propia muerte a la carta.
Los adolescentes no creen en nada..., nada,
ya no recitan versos bajo el árbol de los sueños,
ni viven aquellos ideales de libertad,
que estallaban cerrojos de esclavitud.
Los jóvenes, vencidos a la desesperación,
formados para el bienestar y el consumo,
se tatúan en su piel la áspera desidentidad.
Los adultos mueren fracasados y solos, exhaustos en el altar de los desenamorados,
esperando que la muerte deshiele sus miedos.
Vendrá la aurora, y alguien se dará cuenta,
y reconstruiremos viejos relatos olvidados,
para siempre lo mismo, morir, nacer, vivir y morir.
Jesús María García Ubaldo
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