El libro de papel huele a letras,
huele a tinta y a sueños de poetas,
a clásicos y novelas de elocuentes escritores,
a revelación y magia de épocas de la historia.
A conspiración de trazos,
a manuscritos y plumas,
a mentes lúcidas y brillantes,
huele a lámpara encendida,
en la niebla de la gente.
Y en el embrujo misterioso del libro de papel,
huele a ciencia y a luz crepuscular de un pueblo niño.
Huele a saber, a inteligencia,
a progreso “conspirante” de un destino.
Huele a hoguera empapada de conciencias,
a virtuosos hombres y mujeres que se visten de saber,
con las hojas de papel,
de un libro.
Hortencia Aguilar Herrera
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