Los días en este frío invierno
se parecen a los pájaros migratorios;
vienen y van a pesar del frío invierno,
a otros cálidos territorios,
pero siempre dejan una herida en la luz.
Huelen a musgo y a madreselva su vuelo,
traen sus alas prendidas de hielo
de países de escarcha,
a savia de madroño escondido.
Mientras los observo con mi compañera
debajo de esta sutil madroñera.
Hay cerca de aquí una fuente oculta
bajo las ásperas zarzas, que derrama
herrumbrosas aguas y blancos ríos de sed,
y sobre el horizonte se divisa
un campanario amarillo mecido por el solano.
¿De qué cielo, de qué elevada dicha,
los pájaros descienden hasta la madroñera?
-los días se parecen a los pájaros-,
dejan desolación cuando se van
y los días dejan oscuridad y tinieblas
cuando se va el sol y anochece.
Por eso compañera, comamos madroños
ahora que estamos a gusto bajo la madroñera
y seamos felices con su borrachera...
Rafael Chacón Martel.
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