Aquella tarde nublada de septiembre, hora letal que no olvido, te vi partir, vestido con tu chaqueta azul que resaltaba el color infinito de tus ojos, el bolso al hombro lleno de sueños y de mi llanto, pero también de esperanza, así subiste al barco que en el viejo muelle esperaba, junto con el latir de muchos corazones rotos, una madre, una esposa o hijo y yo... una novia amante, tu reina decías y así querías verme, por eso partías, tras el sueño de triunfos obtenidos por ti, por tu hombría.
Quedé de pie durante horas después de que se perdiera el barco cayendo detrás de la línea final del mar, esperando no sé qué, tal vez volver a verlo asomar, pero no, tú te habías ido.
Y así cada dia volvía a la playa, erguida como palmera, inamovible como una roca, pisando la ardiente arena pero no importaba, sólo miraba a lontananza escudriñando entre las lejanas olas deseando ver la figura de una nave que te devolviera a mis brazos, pero no llegaba.
Sin embargo, yo te había hecho la promesa de esperarte y lo cumplíría, no importaba el cúmulo de días, meses o años.
Un día cualquiera, después de incontables a la espera, pude distinguir entre los colores rojizos de un bello atardecer, un punto pequeño, negro y brillante que avanzaba a rompeolas, no sé a cuantos nudos por hora, pero se me hacía eterna la travesía, de pronto tomó forma en mis pupilas, un barco, lo supe en ese momento, era "su barco".
Mientras más se acercaba, una figura de hombre se divisaba en el barandal de proa, te reconocí de inmediato, al momento que mi corazón se aceleraba y jubilosa ¡grité tu nombre! ¡agité mis manos! ¡saqué un pañuelo para hacerte señales!... fue en vano, tú no podías verme.
Entonces me percaté de algo, mis pies no se quemaban con la arena, mi vestido flotaba conmigo entre el viento y mis manos no podían tocar el agua del mar, ni levantar una piedra.
En la espera por ti, no supe cuando, el dolor se llevó mi último aliento, no pude con el peso del tiempo y me perdí en la inconsciencia de no tenerte.
Pero yo, mi amor, te esperé cada dia, y hoy también aunque no puedas verme, vine a esperarte.
Cumplí mi promesa.
Isabel Domínguez Castro -México-
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