Pensaba en su marido,
en todo lo que había consentido,
y lo acabó por asesinar
por algo que no le podía dar.
Era sabio, paciente,
le gustaba la gente,
una hermosa criatura
que comulgaba
con un alma muy pura.
La mujer, con despecho,
orgullosa de lo que había hecho
proclamaba “señores policías
esto ha sido cosa mía,
quiero un hombre que me de satisfacción,
no que esté sentado en el sillón,
para eso mejor estar sola
en un campo de amapolas,
donde el sexo, conmigo misma
se vea a través de un prisma,
pero éste, éste,
ya muerto da peste
pero en vida
apestaba a bebida.
No hable de un difunto,
que no va con su conjunto,
que le ha quitado la ropa
enviándole a su tropa
para que acabasen con un inocente,
todo por ser valiente
y plantarle cara
pero sin darle con la vara.
Yo vivo en la zona,
y sé como razona,
el era un ser amable
un ser, afable,
usted alguien
con quien mejor no tratar,
y dejarla pasar.
Va a estar una buena
temporada entre rejas
donde quedarán perplejas,
todo por una faena
la de no dejar conjugar
el verbo Amar.
JAUME ALEGRE LASTERRA -Barcelona-
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