martes, 25 de septiembre de 2018

353


Y llorar por llorar
no debo,
pues en sal
se cimenta el universo,
mas valdría
que la risa me llevase,
a horcajadas
de una lágrima dichosa,
una sola
que en diadema columpiase,
el dolor
que en alegría se trastoca,
intentando evitar lo inevitable
inundando este desierto
en una sola gota,
pues llorar por llorar
ante la pena,
es hacer oídos sordos
al legado
que deja la esperanza,
donde siempre
habrá un mañana,
con el sol
equilibrando su destello,
que hará de esa burbuja evaporada
un filamento albo,
para poblar el cielo
asombrando al caminante,
que de pronto se topase
con su vaporoso velo.
Y ante el deseo irrefrenable,
procuraré
que este llanto se decante,
en pausado goteo
que en la tierra se derrame,
animando en el letargo
de esta noche,
una nueva explosión
de traslúcidos colores
justo al tiempo
de entrar la primavera,
anunciando que no será en vano
el derroche de amor
que la sustenta.

José Luis Gareis -Argentina-

No hay comentarios:

Publicar un comentario