TEBITA, hipocorístico de Esteban,
Diminutivo cariñoso de tu nombre y grandeza de una vida.
Un homenaje a Esteban Pola Villatoro
compositor, cantante y un buen ser humano.
Tebita, arrullado siempre de los tiempos primeros,
De los días criados y de los pelos necios.
Ahora, no se entiende estos tiempos sin tu canción,
De esa tonada muda, oprimida por el regaño de tu madre,
Que te dijo “sigue tocando hijito mío”.
Sin embargo, doña Chayi, esa nana alcahueta,
Siempre consintió ese ruido extraño,
Que anidó en su oído.
Ahora, que emprendiste tu retiro,
Tu madre llora inconsolablemente,
Vive en su malestar eterno,
Escuchado ese ruido musiquero.
Dice que de la vida nada quiere.
Está cantando y llamando el sueño eterno,
Se desgana sin tu ruido, sin la voz de tu guitarra,
Queriendo alcanzar a su hijo amado,
Allá en la muerte, en tu concierto.
Tebita, cuántos pesares has causado,
En tu cuarto, por las noches,
Canta y baila el silencio,
Extrañando sin reproches,
Tus temas favoritos.
La marimba se ha desnutrido,
Solo queda el esqueleto pidiendo tus caricias,
Tan pobre y desnutrida solo queda sus costillas.
La guitarra enmudeció,
No habla, no grita, no suena,
Sus cuerdas se resisten a otros dedos,
Reclaman a su Esteban.
Qué dirás del dolor de tu madre,
Qué penas te causa,
Tan desagravio mal su tristeza
De tu ausencia, de tu canto, de su llanto.
Ahora ella dice que Dios no tiene perdón,
Que le quitó la luz de sus ojos,
El encanto de su hogar,
El soneto musical de su vida.
Le arrancaron un pedazo de su corazón.
Te recuerda armonizando sonidos portentosos,
Esa canción del “Verde Mezquite”,
Quizás eras ese jilguero que tristemente cantaba,
Pero que amaba y a las mujeres enamoraba.
Diminutivo cariñoso de tu nombre y grandeza de una vida.
Tebita, Esteban, hijo, hermano, autor, compositor, amigo…
Hombre de amores desconocidos,
Jilguero y ruiseñor.
Ahora cantas en la sinfonía del valle desconocido,
Alegras el silencio de la muerte,
A los ángeles les arrancas suspiros,
Tebita, Tevi, Dios te ha pedido que arregles música para el cielo.
Que esa madre bendita,
Del que posees,
Ya no sufra tu ausencia,
Que llora, que reprocha a la vida
Consuélala, arrúllala con una canción bonita,
Tevi, Tebita…
Misael García Consuegra
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