Turbación en mí ocasiona
este enojo que yo siento,
y al sentir mi descontento,
el porqué, mi ser cuestiona,
no logré ver con mis lentes
la falsedad de aquel ente…
¡Mi ser por momentos siente
que fueron incompetentes!
Pues aclararon mi vista,
pero nunca mi visión;
no dieron a mi razón
la idea clara, realista,
sino todo lo contrario…
¡No fue honesto su reflejo!
Y de tal labor me quejo,
¡si causaron mi calvario!
Mas, luego me entra la duda
si mis lentes, realmente,
no auxiliaron a mi mente.
Que quizás seré muy ruda
al inculparlos del modo
que interpreto lo que veo.
Si más bien es lo que creo
y le busco el acomodo
a tratos que me convienen
al mirarlo con mis ojos…
¿Por qué los culpo de enojos
aunque quizás no la tienen?
Y al dudar, bien, de mis lentes,
de falta que los acuso,
pregunto quién fue el intruso,
si es que ellos son inocentes.
¿Quién fue entonces el causante?
¿Quién infiltró mil antojos
entre mi mente y mis ojos,
bloqueando a mi ser pensante?
¿Qué obstruyó mi entendimiento?
Esa duda no la enhebro.
¿Parte alguna del cerebro
me causaría el tormento?
¿Sería el occipital,
que no supo interpretar
y me tuvo que mandar
a mí una idea virtual?
¿O erróneo fue el aviso
de mi lóbulo frontal?
¿O fue acaso el parietal
de la izquierda, él que quiso
a mi percepción visual
hacerle una jugarreta,
ideando él una treta
con una idea irreal?
¿O sería el de la derecha?
¡Quizás ese parietal
jugó una broma genial
y borró cualquier sospecha!
¿O cual de los temporales?
¿Fue el derecho o el izquierdo?
¡¿Cuál no se puso de acuerdo
y me causó tanto males?!
¿O fue acaso el cerebelo?
¿O el tallo cerebral?
¿El tálamo haría el mal?
¿Cubriría él con un velo
mi entendimiento visual?
¡La duda no la deshebro!
¡¿Qué parte de mi cerebro
actuó de forma anormal?!
¿U otro de mis sentidos
en mi cerebro convulso
capturó ese falso impulso;
y entre erróneos tañidos,
le dio un toque subjetivo
a los pobres de mis lentes,
sin poder luego conscientes
encontrar el objetivo?
¡Exacto! Cuenta me he dado
ahora, que no es la vista
la errónea… Con la pista…
¡yo ya al clavo le he atinado!
Lo que causó decepción…
Que ha engañado así a mis ojos
a sus malditos antojos…
Ahora sé con razón,
qué causó dolor atroz…
No, no es su fisonomía
la que a mi ser atraía,
¡solamente fue su voz!
Ese tono varonil
fue el que alborotó a mi oído…
Mi ser está convencido
fue el tono fuerte, viril,
que despertó ese sentido
y el pobre no, no ha podido
evitar ser poseído.
¡Por su voz he padecido!
¡Es la causa de mi pena!
ella avivó ese capricho
y como en sí, ya lo he dicho,
me ha causado esta condena;
esa irradiación febril
que a mi razón la cegó.
¡Mi entendimiento abolió!
Fue esa voz tan varonil,
la que al amor engañó.
Hasta que encontré al culpable.
Esa voz fue responsable.
A mi mente embaucó.
A mi ser lo cautivó,
causando que no mirara…
Que la realidad cerrara…
Su voz a mí me cegó;
logrando sólo captar
de su voz la vibración.
¡No funcionó la razón
al escucharlo yo hablar!
Y ahora que su voz ya sé
causó grande sufrimiento,
culpa siento, no les miento,
de culpar a cual no fue.
Y me digo: ya no abuses.
Si su voz ya confirmaste,
que causó pena y desastre,
entonces tú ya no acuses,
a los que son inocentes…
Y a tus ojos, tan cruelmente,
de acusarlos tú detente…
Y sobre todo a tus lentes.
Adelina Corea
No hay comentarios:
Publicar un comentario