Sobre el andén
te azota el tumor de las soledades.
Tu gabardina, inflada al viento,
ya no permuta alas
sino carga hueca
sin equipaje.
El amor perecedero
nace tras una sepultura;
el beso aquel no es el de hoy
ni la boca será suya mañana.
El amor vive en tránsito,
alejado, inaprensible,
limitado en sus derrames.
Sobre el andén
tus recuerdos son colillas
tocadas de carmín
que ruedan al desvarío
y tu olvido suena en megafonía
purificado y limítrofe.
MANUEL DE JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-
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