sábado, 20 de enero de 2018

EL VIEJO CANDIL DE LATA


-Mi país-
pequeño, poca lluvia y mucho levante...
verdes montañas donde pasta el caballo, vacas y cabras
que ahora por la distancia están vedadas a mis ojos.

Busco en la intensidad de la niebla la reflexión
con un gran libro en mis manos;
la luz interior que me es necesaria para vivir,
-el candil de lata, con torcía de algodón y aceite:
una alpargata metida en una jaula y a esperar que cante...
-Esto en términos vulgares: es el colmo de la paciencia-.

Ahora ya a mi edad en un país tropical de lluvias,
quizás hacerme ermitaño sería una feliz elección;
ahí ya se perderían los contornos,
y la vida se va diluyendo poco a poco en un ir y venir
del trabajo al colmado, del bar a la taberna.

Voy buscando la infancia que no tuve,
el nido del águila que no encontré
y aquel roble gigantesco que se me resistió
sin poder alcanzar su copa.

Aquel caballo loco que se desbocó y terminó
derramándome por los suelos y me dejó
casi convertido en polvo...
Me gusta quedarme a solas con mis viejos recuerdos:
Subo a mi tejado y allí a solas me pertenezco...
no hay dicotomía entre el espejo y yo...

RAFAEL CHACÓN MARTEL

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