Murallas de arena
y cielos de papel,
pintados con sangre
de almas olvidadas,
rastros de plomo y pena,
surcos de un sueño cruel,
escombros de sal y vinagre
sobre las heridas desoladas;
tras la cortina un llanto,
angustia y polvo en la cara,
alguien duerme eternamente,
ninguna lágrima amanece,
ni siguiera un sonido o un canto,
la mortaja tampoco se prepara,
es una ciudad cementerio hediente,
la muerte reside y permanece,
la cámara llena el lienzo,
mientras el cuadro emerge
en tintas de color pastel,
formando figuras de tez inerte,
la distancia entre el comienzo
y el final de la foto, converge
en un indeterminado pincel,
dibujando sombras de la muerte;
no existe piel ni miradas,
no hay sonrisas ni alborotos,
no se saborean los aromas
a la vida que se ha quebrado,
la foto es en negro y agrietada,
son ocres de un extinto remoto,
la guerra no entiende de idiomas
ni del llanto de un final anunciado.
ÁNGEL L. ALONSO
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