Apareció de manos de los pies descalzos
de la Eterna Hija de la Primavera
sin otro protocolo que sus versos rimados
con el cuerpo que a veces el alma serena.
Llegó con la sonrisa que brilla en las estrellas.
Con el costado herido pero aún así completa.
Sus pasos hacia Ítaca, en la senda más bella,
bebiendo y conjugando los labios de poeta.
¡Ay, Gitana, que no se ponga el sol!
¡Ay, Gitano, que el día nunca acabe!
Y si lo hace que os encuentre el atardecer
tomados de la mano y portando la llave
que abra el Universo y en su corazón
esté la alcoba donde el suspiro arde.
Y arden en el Fuego de las mil utopías.
Se bañan en las aguas de las fuentes eternas.
Y con sus besos riegan la tierra en la sequía.
Son el viento que lleva la palabra sincera.
¡Ay, Gitana, que no se ponga el sol!
¡Ay, Gitano, que el día nunca acabe!
Y si lo hace que os encuentre el atardecer
tomados de la mano y portando la llave
que abra el Universo y en su corazón
esté la alcoba donde el suspiro arde.
ALFONSO BARO -Puerto Real-
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