Enluté mi veste cuando te marchaste,
y al vergel florido rehusé volver.
Mi amigo el canario, no más recibió
deleitoso alpiste; mi mano fue hosca
y mísera entonces, y torvo mi oído
para oír su trino; y allí en el alfeizar
las tiernas palomas, a mi ventanal
con su suave arrullo, no más acudieron:
no hubo mas semillas;ésta, rencorosa,
ya no fue su amiga . Mas una mañana
de claro equinoccio en un día marzal,
se allegó a mi porche, gallardo, amoroso,
el hombre que un día con fiero desdén
había yo ignorado. Viéronlo mis ojos
y vieron en su alma fulgente de amor,
brillar el diamante que en mi insensatez
un día no lejano, y por desventura,
veleidosa y ciega, yo no quise ver.
Noble y generoso me ofreció su brazo
varonil y fuerte. Al huerto volví
repleta de euforia, y un cesto llené
de espigas rubiales, lavandas y rosas
tomillo y romero; y en mi ventanal
puse provisiones para mis alados
amigos del alma. Volvieron palomas
canarios y mirlos, y mi vida toda
se tornó radiante de luz diamantina
y se dio al milagro: ¡el amor volvió !
Poema del libro BARAJA DE POEMAS de LEONORA ACUÑA DE MARMOLEJO -Estados Unidos-
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