Pétreas y calóricas, de busto robusto y fuerte, cuasi la imagen de una roca que cobra vida, sin ojos, solo la vida… lácteamente habitada y de pronto se ha vuelto o transformado en una ninfa juguetona y audaz, de vuelo rápido y seguro, velada y desvelada, altiva y elegante, es una ofrenda del vino…
Pero este es solo un verano de San Juan, ya aparecerá pronto una muy tibia y revestida hasta no poder caminar la muy joven y servicial, torpemente inocente, ávida, entonces luego de más muertes y todos los vecinos -familiares de la misma- se recupera, en forma de primavera, avisando del verano, del fruto del bosque, haciéndose parte y siéndolo de la violencia que desata la vida en desnudo con aguas dulces, saladas y azufradas…
Desorientada responde de nuevo entallada y con lápiz en la mano resuelta en ráfagas de viento lluvioso a la interrogante de sus antepasadas genéricas, en comunión con el texto, la imagen y la estructura, resueltamente segura de sus agobiantes interrogantes más que atemorizantes.
Frondosa, uva negra, el color del vino, veloz, intrépidamente libre, estornuda de aburrimiento a la modernidad, sola y desvinculada, en medio de un espacio que cobra importancia e interfiere con ella y todas ellas, en la búsqueda resuelta, intimista.
De pronto todo se ha vuelto pura observación… hacia adentro y hacia afuera, las texturas, los colores y aromas, estimulaciones violentas, espacios abiertos, concavidades y convexidades… transparencias.
Fulvio Fernández Muñoz
Publicado en la revista Arena y cal 183
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