Cimbreas tu existencia, ante mis ojos
diciéndome sin mirarme, que no ose acercarme
y entonces entiendo tu intención suicida.
Aparco mis ansias de vivir, y te tomo
en un empellón, sin dejarte respirar, arriesgando mi vida
y entonces entiendes mi intención suicida.
En esta afilada hoja de acero muñido
tambaleamos quizás, la última danza, el sin sentido ardor
y entonces entendemos el valor cenital del paso inverosímil.
Se puede amar con tanta intensidad
me pregunto, sintiendo este mordisco rotundo en las vísceras arrancadas
y culminar un cambio de estadio, un penar yacente, en el filo.
Hay dos gotas sujetas por un hilo, de matinal rocío
esperándonos, para ser asidas por nuestros labios para saciemos la sed
y culminar esta encrucijada de luces y sombras, y sonreír sin más.
Quisiera vivir mil años, con la musa de mis sueños
esa que vive en ti, y ruega mis caricias y pide mi beso
esa que me sustenta y me llena, y me alimenta
esa, sí tú, que me alisas el pelo mientras me yergues
sobre todas las miradas, esa magnánima alma que tú portas.
Santiago Pablo Romero -Trigueros-
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