Cuando son perlas tus manos
en la mínima corteza de aserrín,
acarician un despojo, una lágrima
en secreto
lapidada de ancestrales siglos mudos
de memoria de montaña, verde flora
y páramos de luz...
El tacto es mínimo,
el mismo del invierno que en verano,
y puedo adivinarlo,
su olor a madreselva enredada
en su corteza que aún es perla nácar
que su dolor dimite...
De encina noble,
cabalística de mesa saludable,
de puerta abierta hacia los nobles
puertos
ahumados del perfil de ocotes
y noble trementina desnudando
sus lamentos
entre sal y arena, mangle y barcarolas
de semilla,
de puerto y marinero...
De sol y arena de simiente estéril
como la ciénaga y el musgo,
así quedó mi alma depredada
entre el desierto caluroso
y el olor a la montaña cuando
aún respiro
implacable la tala del amor
y la ilusión que cambió mi vida
para siempre...
Del juramento de los dioses,
la piedad se ahoga, dilapidando
la corteza noble de la selva,
flora inmensa
y soberbia como tu alma, soberana
y sutil como tus besos!
Ah el olor, tu olor!
Aroma dulce de los bosques,
corteza noble
que aún mi tacto besa,
a cedros ancestrales, nobles pinos
y robles majestuosos,
los que dejaron en tu piel la sed
que en mí saciara de tantas lluvias
que me dieras a beber en primavera...
Resumen de mi tacto, mínimo
y preciso, llueve vapor de aroma que
se mece
en tu vaivén de lluvia y brisa
como si fuese invierno que me quema
de tristeza.
Hay de la encina en la guitarra, el piano
o la ventana, el tacto se me clava
en las entrañas
con orgasmo del barniz y la fragancia...
A pintar suerte que la lluvia es tiempo,
que lava las heridas
y depreda con la muerte,
y la nube roba llanto a la montaña
y hace algarabías de lamento,
de tristeza cuando llora la tierra
y el cielo se lamenta...
Así mi corazón, depredado,
en la simiente de mis sueños, destilando
lágrimas de sangre,
muere en la corteza de tu piel,
la hiel de mi recuerdo...
Ricardo Flores Joya -El Salvador-
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