En esta escena aparece el autor con las manos en las caderas
observando algo que queda fuera de la pantalla.
Roberto Bolaño
Beber y masturbarse mecánicamente;
no hace falta lavarse si estás solo y el agua siempre sale fría;
apenas notar que te consumes;
dejar pasar las horas y besar,
cuando nadie te lo pide,
a los fantasmas del pasado,
y notar que te acarician el pelo mientras duermes.
Hace frío en estos días densos,
tanto como en la estación aquella tarde
cuando empezó todo o terminó la playa.
Tenía entonces la tonalidad pálida y gris,
tal vez dorada,
de un sarcófago.
Toser obsesivamente,
dañarse el pecho
hasta sangrar.
Cuántas veces follando en el sofá-cama
(las sábanas sucias no importan)
esa mujer tan delgada y morena
abre la boca pero no habla.
En un piso cercano se están duchando
y piensa en el calor del agua corriendo
sobre su piel cetrina y mate
como la de un bolso viejo,
y un pubis muy poblado de vello
(el coño de una enferma, piensa él)
que la hace parecer aún más débil.
El coño desolado del desconsuelo.
Y ríe su ingenio y se arrepiente,
porque ella aprieta su sexo con las piernas.
En realidad teme
alguna reacción violenta, algún insulto,
porque conoce bien a los borrachos.
Varios días sin afeitarse; y las manos
frías y grandes sobre los pechos.
En proceso de putrefacción,
la casa guarda un olor acre,
como de orines.
Podrían ser los gatos, el desagüe,
el papel pintado que cuelga en las paredes,
o son manchas.
Hay muchos libros muy usados y en perfecto
desorden toda la mierda del mundo.
Era eso o intentar dormir en la escalera,
en el descansillo o el albergue.
Sólo se escucha la tele de un vecino,
una comedia romántica de Hollywood.
La protagonista tiene una voz chillona que la desconcentra.
Cameron Díaz o Meg Ryan.
Y los perros en la calle aúllan como demonios.
El cielo es ahora rojo y negro y proyecta
sombras de coches que pasan ladrando.
Sus motores
martillean la luz tenue que se cuela
entre las cortinas mal echadas;
estarán rotas y no hay visillos.
Ella prefiere eso al frío de la calle.
Pim pam, pim pam, por delante y por el culo.
Él la trata con dulzura o piensa ella,
por lo menos podrá tomarse un colacao y liarse un porro
sin que las manos le duelan y el papel como cuchillas.
Él aprieta los dientes y gruñe
cuando se corre,
y sigue tosiendo.
Ella sonríe pero sólo siente
la viscosidad de un molusco que resbala entre sus muslos.
El hombre se limpia con un pañuelo que tira al suelo
junto a una pila de libros que no leerá nunca.
Tiene los ojos rojos e hinchados,
como de haber llorado o no haber llorado nunca.
Una gota de sudor le resbala
hasta la barba
y cae
como un diamante o una estrella.
Ambos se contraen en un escalofrío.
Ella se baja el vestido y se ovilla como un gato en el sofá.
Tiene los pies pequeños y muy blancos,
casi azules.
Él se sienta junto a ella sin rozarla.
El pene le brilla sobre la pierna como un despojo,
el hígado de un pollo o el riñón de un cerdo.
La mira con asco aunque sabe
que sólo la tiene a ella
y que la muerte los espera.
Y coge sus manos y las besa,
y encaja la mandíbula entre su cuello y la clavícula,
y ella se contrae en un acto reflejo
y se duermen pensando que son felices,
como pudieron serlo algún día,
como piensan que lo han sido.
Y es de noche.
Y están solos.
Marcos Matacana
Publcado en Rick´s Café
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