Preciosa llama Cervantes a su gitanilla y Preciosa es la luna en un romance de Lorca. Pero a mi amante le conviene ese nombre como adjetivo y solo en los días en que se encuentra en calma. Entonces, espuma desde su soledad una sonrisa cómplice y te ofrece su mano, con la que entrar en el reino de los muertos felices.
Desencuentros, decepciones y combates diarios con su arisca geografía no me impiden llamarla preciosa. Perdí la noción de la utilidad; después de fluir muchas estaciones con ella, creo estar preparado para encontrar su tesoro.
FULGENCIO MARTÍNEZ
Publicado en Un día es un día Ágora
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