A veces escucho llorar
a mis botas negras arrepentidas
de los pasos que nunca dieron
ahora que ya están algo más viejas
y el polvo pesa en su piel.
Mi abrigo azul de solapa ancha
se ha convertido en un imán de pelusas
de las que soy incapaz de despojarle.
Casi nadie se resiste
al esférico dios de manos
pequeñas y alargadas,
ni siquiera yo que escribo esto.
Desdoblando la madrugada de la espera
en el adiós que me devuelve
indefiniblemente entre próximas
amenazas de aurora,
limpiando mis ojos de telarañas,
desnudando una derrota.
Del libro En pie de tregua de
DANIEL GRANADO PULIDO -Cádiz-
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