Hijo circunstancial del sentimiento,
y hermano complaciente del sentido,
rara vez se nos queda adormecido,
presto siempre a compacto acoplamiento.
Dominando el impulso, avanza lento,
mas no es dueño del freno, y el bramido
del sexo lo acelera. Sacudido
por su vigor, se acerca a lo violento.
Se detiene, no obstante, en arrebato,
mas su fascinación por lo inmediato
lo impele sobre la última barrera.
Se abre el ángulo, el vértice avizora,
y el agresor febrilmente perfora
la entraña a su yacente compañera.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-
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