Tan afable el error, tan placentero.
Nos da seguridad, y nos abraza;
su blanda protección nos acoraza
frente al peligro de lo verdadero;
y del dolor, su amargo compañero,
en cuya unión hostiga y amenaza
a quien enamorado se solaza,
y es feliz, en tal cárcel prisionero.
Amar a una mujer fue mi objetivo,
única etapa en que, al sentirme vivo,
cerré los ojos y viví hacia dentro.
Y al reventarse el sueño un claro día,
descubrí la verdad, y en agonía
apenas soporté tal desencuentro.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-
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