jueves, 18 de octubre de 2012

ORDEN INDIRECTA


«Se te hará difícil recordarlo todo en la mañana, Tony. Puedes descansar».
Una voz metálica se despidió de él.
El inspector de policía se levantó con un fuerte dolor de cabeza. El periódico le dio los buenos días e informó la noticia de tres senadores muertos en la ciudad flotante. De inmediato entró al cubículo de su apartamento, oprimió varios botones y al termino de quince minutos estaba listo para ir.
En la escena del crimen los esperaban: Mario, Pedro y el forense.
—Señores, ¿qué tenemos? —Dijo Tony.
—Habían salido de una reunión. —Explicó Mario
—Pero… ¿quiénes podrían estar interesados de que estás personas estén muertas? —Se acercó el forense.
—El crimen organizado. —Musitó Pedro
—O los corruptos. —Susurró Mario
—No quieren que aprueben la ley. —Dijo el inspector.
La mente de Tony viajaba por todas partes para hallar un posible culpable.
Puso la mano en su cabeza e hizo una mueca en el rostro como si se quejara de algo.
—Señor, encontramos algunas manchas de sangre en las uñas —gritó el forense.
—Llévalas al laboratorio — ordenó el inspector.
Después de horas se trasladó en su trasporte aéreo y llegó hasta el nivel 452 de La Torre Central. Se estacionó.
Caminaba al tiempo que saludaba a algunos de sus compañeros. Entró al laboratorio. La computadora todavía estaba analizando, comparaba el ADN con los de los archivos.
«Tony, es hora». Escuchó de nuevo la voz que le susurraba desde lo más profundo acompañado de dolor.
La computadora terminó el análisis.
Se puso la mano en la cabeza, sintió algo duro en el hueso occipital y vio su rostro en el documento de la pantalla.

Vicente Arturo Pichardo (República Dominicana)
Publicado en la revista digital Minatura 121

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