Con su alegría de tumba con un cadáver nuevo, sueltan las campanas un sabor lila, horario de cabellos blancos que retoza bajo la lluvia. Su materia de sorpresa que se aleja, trae un viento agridulce que doma la mañana. Su alma de cifra sangrante se anuda a las aves que caminan como si nadaran, despertar que asueña búhos en sus pasos. Con un volver de lágrimas de oscuridad persistente, ellas le dicen al hombre que las mira: « Eres ese latido que le falta al corazón para no llegar a la muerte, ese diminuto espacio de pensamiento donde la conciencia se abandona y se marcha a fabular con tu sombra en contra de los sueños». Y el hombre dice: «Me ha sido revelado que mi alma entra a mis sueños y observa, padece, goza, la existencia de los seres que los protagonizan, pero sin poder participar, porque alguna fuerza la obliga a volver».«Esa fuerza son los pecados que no cometiste que te acosan», cantaron las campanas. Y el hombre, con todo el pensamiento, pecó…
Victor Diaz Goris
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