Con el frío se palpa la rigidez de los gestos,
se aligeran los andares,
el cuerpo se contrae dentro del abrigo.
Hay anhelo de un vientre de madre.
Las plantas desafían las frígidas calles,
los pájaros atan sus alas al nido,
apenas asoman, ya se esconden.
Oigo decir: me gusta más el frío que el calor.
Extraño la fiebre del cielo,
y los senos candentes del bosque.
Visualizo la niña que teme perder
la huella de los pasos no dados.
Escribe con las yemas,
busca aquellas manos prendidas
en la frescura de las suyas.
A veces las palabras son como las manos,
se dejan coger,
siempre que llegan se abre el horizonte.
Consuelo Jiménez
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