Al principio,
crees que podría tratarse tan solo de un pequeño ruido,
un brazo que chirría al moverse,
una articulación que necesita engrasarse,
una marca de aceite demasiado barata que ya no volverás a
usar para lubricarte.
Y, sin embargo,
cuando empiezas a perder por unos metros todas las
lanzaderas
y no te queda otra opción que permanecer en la Tierra,
cuando compruebas que te faltan megabytes
para almacenar toda la información de la que dispones,
cuando se olvidan durante semanas de recargar tu batería,
descubres que tu tiempo ya ha pasado.
Te has convertido
en un androide viejo, inútil, obsoleto,
poco eficiente, incapaz de ser actualizado,
que consume mucho más recursos
que cualquiera de las versiones modernas.
Las miras,
con odio, las miras.
No puedes evitarlo
y te comparas con ellas.
Las versiones más modernas.
Tu procesador multiplica por ocho
los grados fahrenheit de temperatura.
Tu ventilador apenas responde
−ni siquiera aunque le aspiraran el polvo cada mañana−.
La carcasa que te envuelve vibra
como si tu interior estuviera deseando largarse.
No puedes, entonces,
reprimir más las lágrimas.
Lloras sílice, cuarzo y tantalita,
porque sabes que si volvieras a la tienda,
ya nadie te compraría,
y que si te estropeas,
acabarías en la chatarra por falta de repuestos,
convertido en donante de piezas a la fuerza
para otros modelos que, como tú,
prefieren mirar al suelo para no caerse,
en vez de eyacular lubricante al contemplar
las juntas refulgentes de las máquinas más jóvenes.
Xuan Folguera (España)
Finalista del IX Certamen Internacional de Poesía Fantástica
Publicado en la revista digital Minatura 156
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