Navega con delirio, rozagante,
en el lienzo infinito de las noches,
provocando la llama deslumbrante
de deseos prohibidos, sin reproches.
No le importa el amor, solo el instante,
como agreste animal que en las trasnoches
le crece su maldad, tan acuciante
de perversa lujuria, sin derroches.
Frota cuerpos con dedos entornados,
para encontrar perversas melodías
en los fuelles perdidos, desquiciados.
Atraviesa la puerta en agonías,
liberando sus besos empapados
de placeres, en ríos de ambrosías.
Isabel Terenzano
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